Jorge L Amarillo

LA ULTIMA PUERTA

Parece que se detiene más el tiempo
cuando el camino se llena de piedras,
cuando mi mundo cae en el silencio
y mi alma se nutre solo de tristezas.

 

Cuando me persiguen los sueños
llenos de oscuridad y de miserias,
cuando se abren los recuerdos
y de nuevo se repiten mis tragedias.

 

Ignoro si estoy en un viaje de regreso
o voy a un mañana que aún no llega,
no sé de mis límites y de mis extremos
solo trato de unir las cosas ya disueltas.

 

No puedo divisar si estoy lejos
pero siento que el ayer aún me lacera,
me margino en un espacio de miedos
donde moran mis ex pertenencias.

 

Estoy libre dentro de mi cautiverio
debo seguir mi camino mientras pueda,
mis historias de amor no nacieron
porque siempre nacieron simplemente muertas.

 

Mi mente, un laberinto de pensamientos,
la vida es un concierto de calladas escenas,
y ya no están los seres que un día se fueron
que dibujan en mí tan solo su ausencia.

 

Camino sobre las ruinas de mi imperio
donde ya no importan las cosas nuevas,
perdido estoy ante el gran universo
más perdido aún en un mar sin estrellas.

 

Mi corazón late quizá con empeño
el mismo que pongo al hacer mi poema,
debo desnudar lo que me nace dentro
para que pueda ver la luz afuera.

 

Rompo las murallas de lo incierto
dejo que fluyan aquí mis quimeras,
necesito que mi gaviota ancle en un puerto
cansada de volar en las tinieblas.

 

No son novedad en mí los momentos
de ver a mi alrededor figuras siniestras,
de saberme un pobre hombre ciego
que no puede ver todo lo que lo rodea.

 

Siento la fatiga que me da el desaliento
de ver como pasan en mí las primaveras,
como la melancolía me va envolviendo
cuan un rayo en medio de la tormenta.

 

Siento las llamas de un gran infierno
que quema cruces de diferentes maderas,
no tengo la fe para ganar en este juego
donde mi esperanza ya ha nacido enferma.

 

Extraño a mi rostro frente a un espejo
ya al caminar no voy dejando mis huellas,
mi única certeza es lo verdadero
de las cosas que en mí aún son complejas.

 

Me golpean las olas de sentirme ya viejo
al analizar mi vida la veo perversa,
lo amado se llevó mis sentimientos
y solo lágrimas son las que ahora me llegan.

 

Ya no puedo borrar nada de todo aquello
debo enfrentar yo a mis propias cadenas,
debo dejar que me devore mi duelo
como a una sombra en oscuridades inciertas.

 

Sé que no dejaré en el olvido lo que no tengo
ni puedo abrir lo que el alma encierra,
solo puedo esperar a que el viento
me guie como a una hoja caída ya seca.

 

No dudo que voy a llegar: lo presiento
en la inspiración que me hace un poeta,
y en el milagro que me dan los versos
¡He de abrir sin miedo la última puerta!