David de large

11 de Agosto de 00:00 a 23:59

Una habitación de un apartamento sin muebles, en el suelo sexo, Leticia y María, en mi cabeza nieve un avión y más nombres de mujeres.

 

Su cara me recuerda a una musa, su cuerpo es simplemente un pecado capital, labios que me besan como si fuera nuestro último día sobre la tierra, aunque de verdad así era para los dos, la primera y la última, un sueño del que cuando te despiertas se olvida.

Habían pasado las primeras 7 horas del día

En el horizonte un vuelo, una vuelta a casa, pero antes una despedida en la estación.

Ahora lo más duro, volver a ver los ojos que me penetran el alma, volver a enfrentarme a esa mirada que hacía del poeta romántico, del hombre bohemio un niño de tres años perdido en el parque.

Lo supe en el primer abrazo, hoy solo volaría dentro de una cama con ella.

Ya no me importaba nada, el mundo paró e hicimos que parara a nuestro alrededor.

Jamás había tocado tan de cerca el nirvana, era ella y yo siendo parte única de un todo que éramos nosotros haciendo el amor.

Asi pasaron otras 10 horas que nunca debería haber acabado, pedí al destino que repetir esto hasta mi último aliento fuera mi castigo eterno, intensidad romántica maldita que me atrapa, pero sin la que mi vida no sería digna de un solo verso.