El niño sueña,
de noche, con la luna
y las estrellas.
Van entre nubes
los sueños infantiles
con su inocencia.
Pero a su lado
los labios de la madre
cantan la nana.
Es un susurro,
la voz que le musita
mientras le arrulla.
¡Cuanta ternura
desgranan esos ojos
tan maternales!
¡Cuánta dulzura
escapa de los labios
para el infante!
Y mientras tanto
los ángeles sonríen
y las estrellas.
La luna, cauta,
pasea por la noche
con su blancura.
Porque es el niño
el centro del poema
en este instante.
Él es el verso,
la imagen que descansa
con su ternura.
Y tras la noche
saldrá de nuevo, al alma,
de algún poeta.
El niño sueña
con mundos y utopías
y ser poeta.
Rafael Sánchez Ortega ©
27/08/23