Dulcemente el recuerdo de la espuma,
la experiencia que escrita en blanca arena,
fue rociando tu cuerpo de verbena,
relamiendo los sueños con la pluma.
Qué ungía el encanto que perfuma
y la pléyade del ensueño entena
en tus tiernos abrazos ya resuena,
fue la mar que bramía... y se difuma.
En el polvo lunar esa mezquita.
Fue profunda su herida de arcabuz
La riqueza, heredad la que me quita
la explanada ripiosa de la cruz.
Te despides del faro, mi Afrodita,
inocente silueta de la luz.
©JoséLuisGalarza