La pregunta era, ¿Por qué ella tenía que aguantárselo? Cuando vivía con la abuela, lo tenía todo. Amor, comida un techo donde dormir. Pero el amor es así. La abuela siempre amorosa la cuidaba a ella desde que sus padres murieron en aquel fatal accidente, luego de que venían de una fiesta de aniversario de la empresa donde ambos se habían conocidos. -Mi hermana y yo éramos muy chicas. Estefany apenas había cumplido los 7 años y yo rondaba los 5. Éramos felices, nuestros padres nos llevaban a la escuela muy temprano y nos recogían a las 12. Nos gustaba estudiar. Éramos las chicas inteligentes de la familia Contreras. Así nos llamaban.
Por el camino mientras trataba de recordar los vecinos más conocidos de la urbanización, seguía abstraída en los recuerdos de esos instantes tan felices que ella y Michael habían vivió durante tres años. Hasta que la hiperinflación atacó a este país y todos los sueños se hicieron añicos. El Volkswagen, seguía en el garaje, totalmente desarmado, tal como ella lo dejó cuando huyó de casa. Esta era una casa multifamiliar, ubicada en una urbanización de clase media. La habían comprado entre los dos. La abuela le había regalado en su cumpleaños 19, unos dólares que había guardado para el dia de mi boda. Pero como yo me adelante a vivir con Michael, viendo ella la necesidad que teníamos de comprar una casa, me los dio. Así que, por el sistema de abono y apartado, nos jugamos la suerte de tener una casa propia, y jugábamos a consolidar nuestro amor para formalizar nuestra unión.
Debo confesar que, todo iba bien hasta que a este país lo azotó la inflación, esto devino en un conflicto político muy agudo, donde la vida de las personas corría peligro en la calle. Una jauría de rencorosos, de odio, se desató entre la gente y perturbó la paz y la tolerancia de todo un país. No sé si esto que nos pasa tiene también un tinte político. Debo decir que nuestros pensamientos políticos van en diferentes direcciones. De allí que los insultos, improperios, se ha convertido y se convirtieron en la manera de tratarnos. Esto hizo que se fuera rompiendo la comunicación entre los dos, y desapareció el respeto que nos teníamos ambos. Entramos en conflicto, lo más bajo y profundo de nuestra animalidad se hizo presente. Yo era el eslabón de la cadena de reproches y confrontación más débil. Es verdad que no conozco mucho de política, pero también es verdad que, como estudiante universitaria, comprendo y analizo mi entorno para saber por dónde andan las cosas y que es lo que sucede en este país.
Tonta no soy, menos estúpida o idiota. No me dejo gobernar por las redes, no soy feminista, solo soy mujer y joven. Y a esta corta edad, ya se lo que es bueno y lo que es malo de vivir en pareja. Mientras caminaba por la vereda, absorta en sus pensamientos y recuerdos, se le acercó un hombre de 50 años aproximadamente y le entregó una llave. El señor supuso que yo andaba buscando eso, ya que me vio mirando a todos lados como buscando una dirección. Este señor era muy amigo de Michael, prácticamente se había convertido en su padre. Era religioso, y muy bondadoso, pero Michael no entendía nada de eso. Su rabia contra sus padres, le impedía entender que padres hay muchos en el mundo y que tu pudieras elegir uno, aunque no fuera de tu misma sangre. Aunque se había encariñado con el pastor, así le llamaba y en verdad este era el oficio de este hombre. Michael, siempre echaba encara a cualquiera que sus padres le habían abandonado y por eso, el no entendería jamás que significa ser padre, y tampoco sería padre de ningún niño.
Y este es uno de los puntos álgidos de nuestra relación. Mientras éramos novios nunca me había manifestado nada de ese asunto. Él sabía que a mí me gustaban los niños. En los dos primeros años de nuestra relación de pareja, era muy meticuloso y me cuidaba con celo para que yo no quedara embarazada. Yo le entendía, éramos jóvenes había que estar muy seguros de nuestra unión, pero al tercer año cuando se lo propuse, comenzó a molestarse. Insistía en que debíamos esperar. Esta situación me incomodaba y molestaba sobre manera, comencé a parar el consumo de las pastillas anticonceptivas y comencé a ir a los ginecólogos para que me hicieran análisis del estado de mi matriz y todo lo que una futura madre debe saber para lograr un embarazo perfecto. Cuando se enteró, casi me mata. Me reclamó que porque yo estaba gastando dinero en eso. Que no teníamos mucho para andar inventando cosas. Que un niño en estas condiciones complicaría las cosas. Yo trabajaba de día y estudiaba de noche. Yo misma pagaba mis estudios, cubría mis gastos. Apenas Michael aportaba para los teléfonos, el internet, y los servicios públicos. Su trabajo no daba para más. Era vendedor de perros caliente, no le quedó alternativa cuando lo echaron de la empresa por llegar tarde y hediondo alcohol todos los días.
Este otro de los temas de nuestra discordia. Él siempre se consideraba un bueno para nada. No había terminado la universidad, cuando cobró su primer sueldo, que era muy bueno, dejó de estudiar. Las rumbas con sus amigos eran tremendas. Por cierto, en una de ellas le conocí. Mis amigas de la universidad, conocían a varios chicos y me invitaron a una reunión de calle. Esas donde la gente va a la licorería y se queda bebiendo cerveza y escuchando música en medio de la calle. Fueron varias veces que nos vimos. Le gustaba aparentar que tenía mucho dinero. Alardeaba de sus joyas, anillos, camisas, zapatos, perfumes. Al principio no me caía bien por estas cosas, pero me fui acostumbrando a sus llamadas, a sus flores, perfumes, invitaciones a restaurantes selectos, prácticamente me tenía abrumada. Eso me hacía sentir bien. El parecía un chico inmaduro. Hacía cosas que me daban risa y me sorprendía. Pero se veía que era tierno, yo lo sentí tierno. Hasta que un dia, no me robo un beso, me lo pidió. Me pidió un beso. Ese dia me puse nerviosas. ¿Yo nerviosa? ¿Por qué? No sé. Solo sé que cerré mis ojos, acerqué mis labios, él abrió su boca y se adhirió a mis labios como si fuera a devorarme completa toda la cara. Fueron días felices, que nunca olvidaré.
Pero qué hacía allí en ese porche donde había sufrido tanto. Venía por lo mío. Yo había puesto casi todo el dinero para comprar la casa. Así que debía venderla y darme la mitad. Ya le había llamado varias veces y le había mandado mensaje. Él se negaba. Por eso estaba allí, venía a entregarle una citación del tribunal, le estaba demandando. A mi primer amor. Al amor de mi vida. Al hombre que me hizo ver estrellitas y me dio por lo menos un año de inmensa felicidad. Si. A él lo estaba demandando. ¿Qué responsabilidad tengo yo de un hombre que ya no me quiere? No era él, el que me había traicionado con aquella mujer que le atosigaba para que me abandonara y me echara de la casa. ¡De mi casa! ¡Qué descarada! Pues no quedaba de otra. Ya era tiempo de que yo tuviera mi propio espacio. Aunque Vitorio me seguía apoyando, siento que tengo que huir de ahí. No me siento segura. No quiero estar ahí, no quiero vivir con ese hombre. No es que sea un monstruo o algo así, no. Pero estas ganas de abrazarlo, de dormir con él no me deja en paz. Y yo sé que eso no puede ser ni podrá serlo.
He visto como me mira. Pareciera que tuviera lástima de mí. Que descubriera en mis ojos mis sentimientos. A veces se siente incómodo cuando estamos juntos en la mesa a la hora de las comidas. Casi no termina sus comidas, se levanta y se va a su cuarto, como si huyera de mí. Eso no puedo permitirlo. Es su casa, es su vida. ¿Qué derecho tengo yo perturbarle su rutina, sus sentimientos? Seis meses juntos ya es suficiente. Yo nunca acepté venirme a su casa para conquistarlo. Aunque ya me he acostumbrado a él, veo que ha ido cambiando. Ya invita poco a sus amigos. Ya no vienen chicas. Ha dejado de fumar. Y se concentra más en sus estudios. ¿Por qué digo todo esto? ¿Por qué sigo pensando en él? Ya no me concentro. Todo el dia ando nerviosa. Su imagen se me aparece cada vez que intento olvidarlo. Desde hace un mes, hay cosas que han cambiado. El pagaba a una línea de taxi para que me buscaran a la universidad. Mientras yo llegaba todas las noches al apartamento a las 10 y 30 de la noche, él siempre estaba llegando entre las 12 y la 1 de la madrugada. Era como si no quisiese encontrarse conmigo por los pasillos del apartamento.
En verdad tuve que ir a un doctor para que me recetara calmantes. Esta situación me tenía abrumada. Eran dos preocupaciones. Sobre mí y sobre él. Hasta que un dia lo emplacé. Lo esperé hasta la 1 de la madrugada. Cuando entró yo ya me había bebido dos copas de coñac. No me gustaba el alcohol, pero ocasionalmente nos sentábamos a escuchar música y nos bebíamos una copa cada uno. Nos despedíamos y cada quien a dormir a su cuarto. Aunque nuestras miradas se cruzaban con ansiedad, había una raya imaginaria que ambos no sé por qué, no debíamos cruzar. Lo invité a una copa. Encendí el equipo de sonido y le dije: Tengo que hablar contigo. Se puso rojo. El pulso le temblaba y el coñac bailoteaba de un lado para otro. Me di cuenta de la situación y cambié de tema. No me atreví. Creí que era como abrumarlo, ponerlo en una situación incómoda, yo no tenía derecho de perturbar la paz de este hombre que había sido tan bueno conmigo. Así que no le dije nada de lo que había planeado decirle al principio. Solo atiné a decirle: -Necesito vender la casa. Él se relajó. Trago todo su coñac y me dijo-Mañana hablamos. Buscaré un comprador y un abogado para que no seas tú la que negocie el precio con tu ex. La besó en la frente, la miró fijamente a los ojos, y giro hasta desaparecer por el pasillo que conducía a su cuarto. Quise salir corriendo detrás de él. Pero mi cuerpo estaba tieso. Todo estaba paralizado. Mis músculos no obedecían. Solo resbalaron por mis mejillas dos lágrimas de alegría y de amor por aquel hombre que era tan bondadoso conmigo.
Michael estaba desaparecido. Dos veces mi abogado había venido a visitarle y nada. La casa siempre estaba sola. El pastor se me acercó y me entregó la llave. Su rostro cansado y sudado, me miró fijamente y preguntó: ¿Lo amas? En verdad no entendí la pregunta. Si alguien debía saber de mi sufrimiento viviendo con Michael, era él. -Nunca dejó de amarte- No entendía porque me hablaba en pasado. -Michael ya no está con nosotros, se fue para Colombia-Sentí un alivio. Pero luego remató-Murió atropellado por un camión en la carretera trasandina camino a Perú. Me dejó la llave para que te la entregara. Dijo que la casa era totalmente tuya. ¿Sabes, seguía amándote? A su manera. Se había dejado de la otra mujer. Tenía como tres meses sin beber, cuando decidió irse a Colombia. Necesitaba hacer dinero para volver y recuperarte. Pero ya no está-Todo esto me dio un sentimiento. Me puse a llorar. Pasó por mi cabeza la película de los momentos más hermosos vividos con Michael. Ahora tenía un sentimiento de culpa. Debí ayudarlo. Pero no, huí como una tonta pensando que ya no lo amaba. Estas lágrimas, me indican que todavía podía sentir algo por Michael. Pero mi corazón se abatía entre dos aguas. ¿Era amor o compasión lo que ahora sentía por Michael? ¿Y lo de Vitorio? ¿Qué es lo que realmente siento por él? ¿Por qué me tiembla todo el cuerpo cuando sé que está en el apartamento? ¿Cuándo sucedió? No lo pensé más, tomé un taxi, regresé al apartamento, me puse a cocinarle, le llamé y me aseguré de que vendría, es más le pregunté que quería almorzar. Me puse manos a la obra. Le preparé pasticho, su origen italiano no le abandonaba, siempre le gustaba almorzar pasta, principalmente pasticho. Yo me sabia la receta de memoria. Era una de las cosas que había aprendido durante todo este tiempo, la cocina italiana. Su madre que unas dos o tres veces nos visitó, bueno a él, me enseñó a cocinar, parecía que yo le gustaba porque siempre me llamaba para ver si todavía continuaba trabajándole a su hijo, a su vez me indicaba y sugería cosas que a Vitorio le gustaba. Así que esa mañana, el no volvió al trabajo. Nos fuimos a la cama y sellamos nuestro amor a la italiana. Desde entonces mi admiración por él aumentó, mi respeto y consideración creció, hemos mantenido bien en alto nuestro cariño, nuestra pasión, la complicidad, y la magia del amor, de los besos y los abrazos. Nunca más volveré a permitir que nuestro amor caiga en un abismo. FIN.