La corta duración de una vida absorbida a cada instante por el tiempo; nuestro gran perseguidor. Nada escapa de él.
Hoy todo lo que representamos en la consciencia activa tiene algún significado, un sentir que se dirige a algún orden en nuestra vida, es parte de algo que nos constituye, y ¿A donde irá cuando muramos?
Aquello que hoy pensamos, sentimos, nos hiere, nos importa y nos hace ¿A quién le servirán durante la ausencia? esta acumulación de recuerdos en la memoria, para el resto de nuestra vida, únicos, dejarán de existir.
Esa última tarde que mirar, la última noche, el último pensamiento, un cálido abrazo y por último, un respiro.
Podría ser mañana, podría ser hoy si decido acabar conmigo mismo, podría ocurrir en cualquier momento. El destino.
En la muerte mi cuerpo ya no me pertenecerá ni tampoco los huesos desnudos por el tiempo. La representación absoluta de lo que soy, fuí y seré, se perderá en descanso perpetuo.
Cuando muera, estaré en la vividez de los recuerdos de mis allegados, de alguna manera, aún vivo. Pero todo recuerdo es perecedero y cada persona que compartió algo conmigo, también se irá.