Los días siguieron transcurriendo, como si siempre hubiera sido así.
Los pajaritos en mi ventana no han dejado de cantar ni un poco y el sol tampoco dejó de salir con cada amanecer.
Sin darme cuenta, la brisa en mis mejillas se tornó de cálida a gélida con el pasar de las estaciones;
Mi café matutino se volvió algo rutinario e incluso encontré en él un aroma nuevo para agregar en mi lista de favoritos.
Hasta el momento, todo pareciera transcurrir con la normalidad correspondiente al pasar del tiempo;
Sin embargo, a la hora de revisar mi equipaje, me encontré con que lo único que no pude cargar fue mi corazón;
Que, probablemente, quedó varado en alguna noche de verano en la que podía fundirse con el tuyo.