Cuando ya no me duela, habré sanado,
Las heridas del alma iran cicatrizando,
El peso del lejano pasado, soltando,
En el río del tiempo navegando.
Las lágrimas que un día derramé,
Convertidas en fuerza y sabiduría,
Las sombras que en mi mente yacían,
Se disipan convertidas en luz y valentía.
El corazón, una vez roto, ahora entero,
Late al compás de nuevos latidos,
Las penas que antes eran mi aguacero,
Se convierten en arcoiris compartidos.
Las cadenas que ataban mis pensamientos,
Son ahora simples hilos deshechos,
Mi ser, antes perdido en tormentos,
Se alza libre, en paz, recompuesto.
Así, cuando ya no me duela el ayer,
Seré testimonio de valor y resiliencia,
La vida renace en su esplendor, lo sé,
Sanando cada herida con paciencia.
Y en el horizonte, una luz brilla,
Esperanza y amor en su fulgor,
El alma renueva su chispa tranquila,
Cuando el dolor se convierte en amor.
Así, con cada paso en mi camino,
Me acerco más a esa ansiada calma,
Cuando ya no me duela, habré sanado,
Y al fin podra reposar en paz mi alma