Dejar correr el vientecillo del otoño
De cara al poniente abrazando el día
Como corrió la primavera también antaño
Con los dedos abiertos en alto la frente
Solo tiempo es al fin y al cabo imperante
Cíclico y finito transcurrido en la carne
Con intervalos de gozo y pena se diría
Que en un suspiro se ensaña o nos enseña
La mano tibia que acarició nuestra llegada
Con ternura que luego nos abandona a la deriva
Donde esa ternura se escurre y nos esquiva
La mano tibia que nos encendió a su contacto
Presagiando la pasión desatada e incendiaria
Hasta prender y propagarse elevándonos embustera
Entre llamaradas que creíamos duraderas
Pero culmina dejando en el alma llaga y llanto
Aventuras que la mente fabrica fantasiosa
Persiguiéndolas en sueños enfebrecidos
Y se esfuman tantas veces cual fumarolas
Ahondando así la sensación de estar vencidos
Como el sopor después de una borrachera
Y el viento que pasa se lo lleva y lo regresa
Se expanden las memorias de primavera
Con algún recuerdo resonando cual sonaja
Y de repente entra el otoño por la verja
Entonando su canción triste y nostálgica
Arrastrando con sus pies la hojarasca
Percatándonos así cuánto ha resistido
El corazón con algo más que solo lógica
Quizá pudo haber sido más comprensivo
Y queda en espera del invierno y su mortaja