lorenzo salamanca garcia

LA RARA Y EL FORASTERO:


Ella comenzo a sentirse extraña en el jardin que habia decorado su vida.
El, llegado de otros mundos, se imaginaba un papel junto a ella en una película de guiones improvisados.

El corria como un vendaval, que puede producir destrozos.

Para ella cada paso eran avances, 

sobraban las prisas.
 Ladrones de afecto pasearon de noche entre calles obscuras del pueblo, igual que lo habian hecho en la ciudad iluminada, buscando rincones donde robarse besos.
El hablaba sin parar.

Ella queria evitar la asfixia. 

 Como el sacerdote bendice los campos anhelando una buena cosecha, ellos miraban el futuro con ganas y realismo magico:

¡Ojala lloviera café!