Respiras, respiras…
no hay vuelta atrás
te rendiste a lo inevitable
el cansancio te inunda
te vas, te me vas.
Lento, cada vez más lento
respiras, respiras…
no hay duda de que te apagas
te marchitas tan rápido.
¡Puta enfermedad!
no hay compasión
no hay tiempo.
Quiero darte un beso
que te inunde todo el cuerpo
que no tengas duda
que te vas siendo la más amada
que sepas que mi amor por ti trasciende a donde vas.
Tic, tac, tic – tac.
Silencio,
el último aliento, un puñal.
Hiere profundo.
El cuarto se llena de sollozos de dolor.
Los corazones, como perros torturados a merced del destino.
Gritos, gritos de locura
de incredulidad
del dolor más grande que han sentido
de ver de golpe la muerte.
Negación,
tras un instante todo se apaga
no hay nada.
Los corazones,
se separan
se alejan
encuentran su escondite para olvidar.
Se vuelven zombies
no hay dolor.
Realidad,
los corazones resurgen
y duele
sentir, duele.
el saber de la muerte, cala.
La muerte se siente
se instala profundo
llega hasta los huesos
el miedo de sentirse así por siempre quema.
La tristeza trasciende a los corazones
que escogió como casa sus propias almas
para recordarles a cada instante
que la naturaleza, el azar, Dios ya dio la orden y se cumplió.