Para O. C. V. M.
Balada de los ojos negros
De unos ojos negros soy el esclavo,
a ellos yo me rindo y soy cautivo,
dos luceros son de un cielo blavo,
¡oh, beldad sin par! por ellos vivo.
Arde en esos ojos fuego altivo;
todo incendien, todo arrasen, todo
quemen a una sola llama activo:
sean nuestras almas de este modo.
Cipria dioles bello toque flavo
junto a un gran albor de lirio argivo
cuya excelsa y fiel virtud lo pravo
no macula, ni su luz de ortivo.
Ellos huyen ¡oh, mirar esquivo!
de este amante; yo te sea aprodo,
no maceres a este amor furtivo:
sean nuestras almas de este modo.
Cual zafir, que a par semeja un favo,
brillan; como un dulce ser pasivo
ante tal beldad se rinde el pavo
¡oh, Eros! yo por ellos hoy pervivo.
Esos ojos negros son motivo
digno mío para el buen epodo
libre así del tizne cual lascivo:
sean nuestras almas de este modo.
Ojos negros, vuestro amor avivo
¡sacro amor que no macula el lodo!
este verso para tí es olivo:
sean nuestras almas de este modo.
Balada del amante furtivo
¿Me amas? yo que no lo sé me muero
porque absorto sufro aquesta pena
y una dulce frase en vano espero
para el cese de esta cruel condena.
Mi alma misma para mí es ajena
¡oh, Eros sacro! cuando tú me miras
pues tu nombre en mi alma así resuena:
¡ay! si acaso tú por mí suspiras.
Sufro un gran dolor y no exagero
cuando debo así callar, me apena,
porque yo te adoro y yo te quiero
junto a ti mi vida es dulce y plena.
Cuerpo y mente un mismo sueño ordena
y alce así al sublime son de liras
nuestros seres tal de faz serena:
¡ay! si acaso tú por mí suspiras.
Ese es para mí el pesar primero
porque yo te llevo en cada vena
como un bello y dulce amor postrero
cuya gran virtud su par refrena.
Eros, lírico, ante ti encadena
este pobre vate, empero viras
mientras Cipris bella mi alma atruena
¡ay! si acaso tú por mí suspiras.
Alma mía, célica ¡oh, azucena!
que estos lindos versos tú me inspiras
pues tu risa para mí es amena
¡ay! si acaso tú por mí suspiras.