Preguntan el por qué de mí silencio.
Por qué ceso de repente
los versos.
Y no contesto.
No lo cuento.
No quiero decir en alto por qué
oculto algunos versos a los que me ato.
¡Para qué exponer
ese poema que a diario
escupe mi entraña desde mi mano
imbecilmente impresionada!
Por qué exhibir sin pudor
mi elucubrante sentido,
escritos en tinta con destellos
de dulce almibar derrochado.
¿Por qué?, si podría surgirle un triste mote
que anestesie mi orgullo.
Por qué expoliar a la entraña primitiva
el irremediable sentido maternal
que protege mi juicio
a veces desaforado,
con nombre de poema destinado
a unos cuantos versos vomitados
aunque sea con metafórica belleza relatado.
Si, a veces,
no existe en mí el deseo
de estrangular la inspiración parida
en los viajes por la linea fina de la vida
entre la llanura y el barranco
ahogada con el nudo de los versos,
de un poema que surca mi nadar
entre agua dulce y clara
y el agua empecinada;
si a veces me niego a impedir
el derroche de hermosas palabras
y los versos de mas grotesco contenido.
Pero algunas veces...
a días...
Quiero esconderlos.
No quiero exponer al mundo
la visión secreta de mis dardos
lanzados contra el turbio agua fangoso
que me nacen de la piel tan escamada;
ni las letras con sonido asirenado
que escucho en mi bella caracola,
que escondo bajo la espuma sumergida.
Por eso, a veces, callo, me protejo,
mantengo el silencio quizá alargado,
y oculto la verdad en aquel poema
escrito para mí a diario.
Eloisa