Quiero tus manos
que danzan en la mesa al son de tus palabras
y llevan el recuerdo del fuego de mi cuerpo.
Quiero tus hombros
que ajenos a nosotros, redondos y distantes,
apartan su mirada del cruce de las nuestras.
Quiero tu cuello
pulsátil e indefenso del roce de mis labios
que antaño han recorrido su cálido sendero.
Quiero tu boca
de voces solapadas por rítmicos meneos
febriles y sedantes cual pájaros en vuelo.
Quiero tu hoguera,
omito en el boceto
las zonas de tu imagen
que abrasan mi intelecto y emergen en mis sueños.
Quiero alertarte,
mi oferta es muy austera, quizás hasta ofensiva:
te entrego mi alma eterna, mi vida y mi poesía.