Llovía tanto que parecía
que el cielo llorara,
contagiado de tristeza.
En pleno estio un gris obscuro emborrono el cuadro de la tarde.
Testigos mudos de solitarios y chiflados
que comparten a voces su rabia
y ganas de vivir sin limites:
Son nuestro espejo roto,
en el que nos vemos cada día.
Cada tropiezo era una excusa
para hacer memoria
del camino recorrido:
¡Cuántas tormentas
y cuántos caminos!
El ascensor simulaba una enorme
caja sorpresa de afectos
sin envolver.
Las gotas de lluvia
se mezclaron con las lagrimas
en la tormenta de despedida.
El adios fue un beso,
que traducido significaba:
\"Me voy contigo\".