Ya no espero ni al silencio, ni al dolor,
sólo mi propia voz a mitad de la noche
invitándome a cenar.
He tenido poco tiempo para escribir
puesto que mi alma ya no me pertenece.
Han sido días grises
con soledades apuntando al mar
un desierto largo y estrecho
entre mi boca y mi mente.
He cambiado la laptop, aquel viejo
teclado sin eñes
(viejos hábitos absorbentes de verdades).
Ya no está.
Se han ido las tildes que acentuaban,
los comienzos y las metáforas
que presagiaban el final.
Me murmuran los rincones,
pero ya no escucho nada.
He vuelto con girasoles en los labios
y luciérnagas en la mirada.
He sangrado y la verdad,
no soy tan fuerte como yo pensaba.
Pero he sabido salir adelante
como nunca…imaginé.