Bajo la luna plateada, en la penumbra ardiente,
tu sonrisa iluminó mi noche, fue el comienzo ardiente.
Una mirada furtiva, la diosa de mis sueños,
en el vasto silencio, exploramos los deseos.
Tus curvas, cual pintura en un lienzo de pasión,
en el éxtasis del momento, encontramos la unión,
en el eco del silencio, tu nombre se pronuncia,
yace la muerte en lejanía, en tu ausencia, la angustia.
Esa noche, el rocío me invitó a embriagarme,
en el néctar de tu aroma, el alma quiso ahogarme.
El mar se llevó la arena, testigo de tu encanto,
Sirena en el abismo, hechizo en mi quebranto.
En el éxtasis de la noche, nuestro encuentro se tejía,
una sonrisa tuya, mi alma encendía,
una mirada profunda, como diosa humana,
el silencio enamorado en las olas se pronuncia.
Dibujé tu silueta en el lienzo del espacio,
vi la muerte de lejos, sentí tu ausencia helada.
Tu aroma sutil y virginal, mi alma enamorada,
secretos de la rosa, en su néctar perfumada.
En la madrugada, tu rocío me embriagaba,
mientras tus pasos cubrían las huellas del pasado,
la luz de una noche eterna vigilaba,
la danza de la sirena con las olas coqueteaba.