Procuraba tu piel y te marchabas
de mis manos, amor imaginado;
reclamaba tu luz y te apagabas
con el viento de mi rogar calmado.
Perfilaba tu cuerpo en mi abanico
para oler tu perfume en solitario,
tu te ibas, con ardor autoritario,
clavando tus dardos en mi acerico.
Ya no vives cercano a mi deseo,
tu morada figura en otra casa,
la razón es ahora mi frontera;
delirios por tu amor ya no poseo
ya no es gloria amarte y me rebasa
haberte idealizado en mi cartera.