En presencia del caos uno se hace amigo de quién fue desorden.
Un paso, dos pasos, todos cuentan el mismo desenlace, un final que me han contado, es muy ruidoso.
Aquellas gotas, no eran del cielo sino de muy dentro. Esos golpes no eran puños sino latidos hablando un nuevo idioma. Estás manos ya no son tan grandes ni tan fuertes, este cuerpo es cada segundo más pequeño.
Brisas que estremecen el equilibrio y sonrisas gastadas, hay cada piso mas alto. Y después de tanto, ya no cuesta nada caer de prisa.