Me sentenciaron en nombre de su luna barnizada y sin refugio, con crateres de ceniza y sin alma en su interior. Cubrieron todos mis caminos de señales y quebraron todos los espejos.
Las piletas sulfuraban sus burbujas mientras yo contaba en el trampolin para saltar. Y ustedes con el cronometro en la mano esperando mi clavado ansiosamente
Cuando las calles pierden su nombre ya no hay razón para buscar un gps. Todo está tan claro, en carne viva, y la sangre y el pavimento y las luces del vecindario se deshacen como mancha que navega sin asilo por las cornizas y los techos, por los sotanos mugrientos y los soles moribundos de veladores de pensión. Cuando no hay tren que te lleve, ni hotel que te albergue, ni remedio en la farmacia, ni droga que te alcance, te ves las venas azules y el corazón en un costado tratando de latir. Las anguilas se deslizan en pantanos solitarios pero yo no puedo, me sigue perforando el fantasmar
Pero ok, si de eso se trata me treparé sobre cada piedra aunque vomite barro y se me sequen las manos de tanto arañar