Era bella, era promesa, era única por el simple hecho de ser mujer, eran sus brazos promesas de caricias continuas, sus labios debieron cantar y besar con ternura, era su regazo el futuro refugio de almas desconsoladas, la epifanía, la restauración de la especie, el vínculo inviolable con lo divino, vida continua, debió ser eso…simplemente mujer; pero fue cosa, juguete animado, presa, carne trémula, cerebro apagado, nunca supo que tenía derecho de ser amada y no usada, libre y no reclusa, no supo, nadie le dijo, nadie le enseñó.
Pudo ser canario, pudo ser azucena, pudo ser luna, pudo ser laguna encantada, pero nació con pena, creció sin alas, sin pétalos y entre abundantes lágrimas; esos inicios sin mano que la sostuvieran en sus primeros pasos, sin aliciente ante sus primeras palabras, voces ruines la relegaron a los rincones oscuros, mugrosos, poblados de engendros que perturbaron sus sueños, ahí donde no llega un rayo de luz ni una palabra de aliento, y aún así, el terco corazón insistía en bombear, insistía en buscar en ese ambiente cruel una razón de ser y su cuerpo mancillado siguió su metabolismo sin tregua, no lo abonaron las virtudes, el cerebro seguía apagado, los demonios soplaban el fuego que producía la luz de alguna fugaz cerilla cuando por algún motivo prendía, obligándola a buscar entre la inmundicia del mundo que la rodeaba lo que solo podía recibir del cielo inmenso.
Pudo ser hoguera, pudo ser armiño, pudo producir el perfume que deja a su paso la colorida primavera, pudo a pesar de su desgracia ofrecer consuelo, pudo secar sus lágrimas y depurar su mente, pero quemó su juventud dejando su piel lacerada entre los vapores de la droga y el alcohol, dejando el estigma de su fracaso como estadística.
Era bella, era promesa, era única, bella como flor de campo, era promesa de paz en un mundo cegado por la discordia, era única en su capacidad de amar, de aprender, de reír y gozar, pero también de llorar, de conmoverse y soñar, era un ángel más venido a compensar la maldad; pero fue sólo un nacimiento más en un mundo superpoblado… superpoblado de complejos, de engaños y vanidad, una boca más que alimentar en un mundo carente… carente de conciencia, de humildad y respeto.
Pudo ser botón, pudo ser semilla, pudo ser simplemente niña y jugar, pero la plaga azotó el botón, la semilla entre piedras creció raquítica y sucumbió sin más en cualquier calle de la moderna ciudad, acosada por la culpa y el dolor, tratando de evadirlas inútilmente, expiró frente a un aparador de finas joyas … y ella era una más que las damas y caballeros acaudalados ignoraron al pasar, para que el brillo de la joyas en el interior apartara de su vista la imagen grotesca que yacía afuera.
Murió como llegó: inoportuna e incómoda, su voz de canario ahogada, su piel de azucena marchita, luna encriptada en el cerebro que no halló su estela, laguna salobre ya desecada, otra cifra más de esos seres sin nombre cuya existencia no trascendió y pudiendo ser tanto terminan en nada.