Llueve una vez más y este ambiente
no contribuye a serenar mis nubes.
No es esa lluvia copiosa
que arremete a barreñazos
y acerca hacia la piel
el aroma de la tierra.
Es una bruma grisácea
húmeda y pegajosa
donde el mundo transcurre en cámara lenta
y el afuera
se recluye a lo profundo.
Las moles de concreto
las figuras, los matices
se difuminan
como una pintura renacentista
mientras cada leve ausencia
se hace presente.
Entre las ventanas
empañadas de la mente
todas las miradas
la ambigüedad acarician
y al nadar en este gris,
paulatinamente,
se vuelven una.