El laberinto de nuestro destino
Observé con gratificación,
tu desnudez dormida,
la belleza de tu gracia seráfica,
bautizada con rayos de sol de la mañana,
tu semblante angelical
de pétalos de rosa pastel,
los contornos de tus labios sonrojados.
*
Me quedé un rato,
mirándote, cautivado aún
por la seducción de tu aspecto,
mis ojos se dezlizan por la maraña
en espiral de tus rizos, color de un atardecer,
cual olas acariciando una playa virgen,
alcazando tus pechos de nácar puro,
cubriendo discretamente tus perlas preciosas.
*
La luna era el testigo
de nuestra mutua aventura en el reino
de los placeres de la pasión, perdiéndonos
en el laberinto de nuestro destino;
el anhelo de bajar en la profundidad
de tus ojos esmeralda, el encanto de tu sonrisa
y de saborear el rocío dulce de tus labios
después de mi beso de buenos días,
fueron complacidos finalmente.
David Arthur ©®