Qué hermosos tus labios
-dulces-
como aquel primer cigarro;
y qué hermosa tu boca
-salada-
como aquel último mar
como aquel primer abrazo.
Éramos jóvenes entonces
aún indecisos, aún torpes
sin saber aún, dónde dejar las manos;
aún aprendiendo a leer la piel
tan lejos aún, la experiencia de los años.
Pero hoy de nuevo, amaneces a mi lado
y tu nombre se me viene jadeando
extrañamente hermoso, todavía
como mi único aliento
como mi única palabra…
…Como si acaso fueras
una eterna ráfaga de viento
una imagen siempre inédita
un murmullo azul de agua…