El sol abandonando la gloria de su luz,
mientras tu figura entrelaza la tarde con el deseo,
al costado del poniente,
donde se exhala perfume de pasión y entrega,
con el suave rumor del arroyo,
que acaricia la llanura,
o el perfume de la rosa que inquieta los sentidos.
Sobre las alas de la tarde que cae,
desbordamos al viento,
para dejar atrás los cansancios,
y dormitar sobre nuestros pechos,
cerrando tímidamente los párpados,
para que resplandezcan los anhelos.
Tan pronto como el rojo del atardecer es más profundo
Y nuestras almas asombradas descubren el infinito
el eco distante del aliento,
estremece el instante,
de mi sombra sencilla,
desvaneciéndose sobre tu cuerpo,
en el esplendor majestuoso
de tu vientre proclamando su libertad
Tintes seductores se extienden en el cielo
sonidos plácidos, calmos, despiertan los placeres
de la noche azabache que nos cobija con su apetencia
donde brilla la colina blanca de tus senos
como el empíreo palacio de la ternura
donde la brisa fresca del crepúsculo
fallece en tus areolas sin queja alguna
y el sol abandonando la gloria de su luz
le concede a tu cuerpo fervor y dulzura.