OSCAR LUIS GUZMAN

AÑORANZAS (c)

Caminando en la colina, añorando tiempos viejos,

a mi mente yo despejo viendo a la naturaleza…

Pero a veces la tristeza le pone a mis ojos llanto

cuando al mundo yo contemplo, al verlo que triste llora...

Y mis ojos, como una rosa marchita en el viento se desfloran...

Pero amo del sol su luz y del mar amo su brisa,

aunque la vida en su prisa a todo le pone cruz.

 

A la distancia se mira el velo de algún cometa

que se transluce en el cielo,

pues viaja sin regresar en su interminable vuelo…

Lo que me hace recordar las palabras del poeta

que recita a bocaradas, que cual velo de un cometa

en la inmensidad del cielo, se dispersan en la nada...

 

En la pradera suspiran las margaritas silvestres

que sólo el viento deshoja y en mi mente se revelan

tantos amores que esperan sin que nadie los recoja...

Amores que sufrirán viviendo vidas marchitas

en el mundo solitarios, igual que las margaritas,

que esperan eternamente, tal vez,

que el agua bendita del tiempo un día las moje.

 

Y en la floresta perdida, donde en su canción el ave

por el silencio aturdida emite un gemido suave,

cual melancólico llanto, salido por el quebranto

de su alma entristecida...

Pues así cantan las almas, que por el dolor henchidas

y no pudiendo llorar, cantan en un triste coro

su honda melancolía.

 

A lo lejos se divisan las portentosas montañas.

Los árboles como arañas en sus espaldas descansan.

Encima de aquellas cumbres se mira una blanca nube,

adonde a veces se sube una avecilla traviesa;

pero de pronto aparece, por entre la ahumada espesa,

una gran ave rapiña, que atrapa al ave pequeña.

En el ciclo de la vida siempre morirán los débiles

para que los fuertes vivan…

 

Y el inmenso océano quiere confundirse con el cielo.

El cual con una gota de lluvia a veces le manda un beso;

creyendo que así con eso satisfacerá su anhelo.

 

Los amores imposibles que viven en desconsuelo

quisieran ser como el mar y algún día poder gozar

aunque sea con sólo un beso de los amores que añoran…

 

Y aquel caminito viejo, desgastado por el tiempo,

míranse al caer la tarde solito, como los viejos:

Los de corazón enfermo que comen en su mesa solitarios

Adornada en flores secas y un techo pintado de nubarrones

Que le traen la compañía de intensos tristes recuerdos.

 

Y el atardecer sereno se intoxica de silencio

y de la noche el descenso baña la tarde de negro.

En la noche mi descanso se asustará con un sueño

que se vuelve pesadilla, como si fuera una ardilla

que asustó un terrible perro.

 

Más yo, recorreré mi camino que me espera acongojado;

lucharé con los rigores que me presenta el destino.

Hasta que al final despierte en la meta de la vida

A darle la bienvenida a nuestra amiga, la muerte…

*