Contengo al monstruo
yo que me conozco
y sé quién soy.
Tú me matas
con tu sola voz
por más que tarde
me encuentre absorto
a bordo de la ensoñación
y me haga el loco;
es un trato entre los dos
cuando me acosas
en todos los recodos
con un cuerpo hermoso
que ya es que roza perfección
bajo este foco
acostumbrado a su temblor.
Me acuerdo de algo
apenas de cuanto fue lo máximo
ahora remoto
como una mota de polvo
deambulando en torno
a esta cuestión
(¿cómo si no me soporto?:
la duda es enorme.)
Aspiro estas líneas
por mecanismo en mí implícito;
no tan feliz estaría
contigo en el sitio
destinado a tal fin
ya por solo suplicio
esta condena: existir
sin no más resistencia
en desafío a ese límite
transgredido al dormir
con la misma carencia
de cariño otro día...
Qué me cuesta seguir,
ser firme en mi apuesta
cuando apenas de mí
quede un resto mezquino,
ya por toda protesta
el sentirlo aún aquí
como dicta el destino.
Esto sucio perdido
es un pútrido estigma
que persigue a mi tribu.
Entre mí me describo
como un ciclo
empeñado en repetirse
por designio maldito
de esta estirpe misérrima
que ni se arrima a sentir
como asaltan las deudas
a personas enfermas
que apenas se rigen
ni más padecen
que los mortales tan simples.
Me acuesto emisora del trance
más vuestro a cada que ignorante
revuelto aquí entre estrofas
te me rozas y al detalle
puedo verte en tu refugio
por un surco transversal.