Se nos murieron las palabras
de tanto juramento,
de abrazarlas sin ofuscación,
de entibiarlas en los labios
y dejarlas desfallecer de frío,
las hicimos volar
en un cielo cobrizo.
Se nos acabaron
las expresiones,
quedaron charcos de silencios,
miradas huérfanas
de respuestas, permanecimos
en la estación del adiós
sin boleto de retorno.
Se nos secaron las lágrimas,
las cepas del deseo,
los juegos seductores
de las manos, las caminatas
por nuestros suspiros
y las noches repletas de entregas
que despeinaban la luna.
Hoy, a mis tantos años pienso
en aquella muerte trágica
de las palabras,
aun el duelo me abriga
y la noche
con lenta agonía, me sepulta
en su arena movediza.
Yaneth Hernández
Venezuela