Se va la tarde
y un día de septiembre
queda tras ella.
Tarde tranquila.
El mar y las resacas
daban la nota.
La playa larga,
de arenas amarillas,
era testigo.
Y despedía
la playa, al sol lejano
que busca al día.
No quiere sombras,
ni lunas que le canten
hermosas nanas.
Quiere otra tierra
alegre y colorida
y dar su luz.
Se va una tarde,
cualquiera, de septiembre,
y tú te quedas.
Buscas la luna,
que rasga el horizonte,
y las estrellas.
Buscas el verso
prendido en unos labios
con un suspiro.
Buscas el pecho
que vibre en tu presencia
y tú con él.
Rafael Sánchez Ortega ©
07/09/23