Llegas con la tarde
y te sientas a mi lado
y me preguntas insistente
sobre mis días de fiesta
mis lumbres y misterios.
Y yo tan solo puedo decirte
que bebía sediento de los mares
nacidos de la orilla de los ríos;
que por muchos incendios apagados
jamás fui creador de alguna hoguera.
Que antes de ser puente
fui agua turbia, sí;
antes de lago, remolino
furtivo convulso, muerte.
Pero también quiero decirte
que siempre lucí alas con tu nombre
que tu voz hacía temblar mi boca
y que mis manos dormían en tus bolsillos…
…Y que estos versos de urgencia son
-en realidad-
el grito que habita en mi garganta
la hoguera de ti, eterna en mi inocencia.