OSCAR LUIS GUZMAN

SOLAMENTE UN SUEÑO (c)

Muchas veces soñamos aun estando despiertos,

pues no siempre la vida nos da los que queremos.

Yo que no tenía nada vivía sólo entre sueños...

Volaba por un cielo de ilusiones perennes

entre nubes de fantásticos ensueños.

 

Me soñé que era rico, no poseyendo nada;

porque tenía los besos de tu boca sagrada.

Eras tú mi esperanza y la esperanza es todo.

y teniéndolo todo, ¿Quién necesita nada...?

 

En tus ojos miraba un futuro brillante.

pues era tu presencia: Mi gema, mi diamante.

En tus ojos marrones, claros como el cristal,

miraba los cometas, el viento, la dulzura sin par...

 

Estando tú a mi lado,

creí poseer montañas y praderas y valles,

todo lo que acaricia tu celestial mirada...

Del Fauno fuiste la Nereida soñada,

mi musa, mi pasión…

 

Sin saberlo me hiciste sentir

como un poeta de la época dorada.

Y a veces me reía, yo soñador iluso,

que poseyendo nada, me sentía poderoso.

 

¿Y, porqué no? Me dije, ¿Qué, acaso la fortuna

sólo bendice al joven y al hermoso?

Si contigo yo supe lo que era la alegría...

Con tu mirada yo era el dueño de la luna,

del sol, de las estrellas, del mundo, de las flores.

Todo me sonreía. 

No conocí dolores que tus inquietas manos

con tus finas caricias no pudieran sanar…

 

El destino es curioso, pues a veces te da, 

y otras veces te quita.

Yo que no tenía nada soñé que tenía todo

y olvidé que en los sueños

siempre hay un despertar.

Que un castillo de joyas en un plano de lodo

muy pronto se derrumba.

Que un paraíso hermoso en un cerrar de ojos,

puede volverse en tundra.

 

El mundo del que sueña es a veces pequeño;

pues no teniendo nada

parece uno ser dueño de su propio destino;

sin darse cuenta que lo que uno posee es tan poquito…

que con facilidad se pierde en el camino.

 

Mi riqueza ilusoria, llámese fantasía,

fue sólo un sueño breve, pesadilla irrisoria,

que quiso hacerme grande, cuando yo era tan chico,

y que siendo yo nadie, trató de hacerme rico.

Cuando te vi partir, voló ahí mi esperanza.

¿Y qué cosa es el hombre, si no tiene esperanza?

 

Y tú fuiste mi mundo y sin ti ya no hay mundo.

Porque llegó a mi vida una trágica tarde

que trajo con la noche mi más amargo despertar…

 

Como todos los sueños que se hacen pesadilla

al llegar la alborada, desperté moribundo,

confundido, perplejo;

con un hueco en el pecho y el corazón deshecho.

Pues me hizo ver que, tras las fantasías,

inevitablemente llega la realidad...

 

Llegaste tú a mi vida como luz de alborada

que entró por la ventana de mi triste cabaña.

La pintaste de luz, de color, de ensueño, de pasión;

llenaste mis entrañas de calor…

 

Y al llegar el crepúsculo, se extinguió aquella hoguera;

mis paredes se vistieron de un luto, fúnebre y sombrío

y yo quedé inmensamente triste,

para por siempre despertar inconsolable

y acompañado de una fría y dolorosa soledad.

 

 

*