Patricia Aznar Laffont

Papá, papá...

Papá, papá, vos que brillás 

Entre las más grandes estrellas

podés verme esta sola noche?

 

Sólo, Viejito querido, por un Instante Divino?

Podés oírme?

Podés oír a tu niñita que te llama, esta vez?

 

Lluvia y Vendavales en mis ojos

y no tengo como abrazarte

ni que me cuentes ningún cuento

de Francis Aznaro

que me consuele y entretenga,

hasta que la llama de la loca locura se apague...

 

Siento tal frío y no tengo quien me de un beso

o abrace como hacías vos...

 

Existe en mí, lo sabés, como existió en vos,

una temible tormenta de versos

que a veces me sanan

y otras me hunden en un pantano sin lodos

que aprietan mi mente y la deshacen

en pensamientos definitivos, crueles 

sanadores,

que ponen el punto final a la cruel vida

que no me supo cobijar

aunque tantas veces lo intenté en vano, lo sabés...

 

Sólo escuchar tu nunca olvidada voz,

o una señal que redima tu tan larga ausencia...

 

A dónde te miro, papá?

Hay tantos ojos en los cielos que parpadean

y no sé cuáles son los tuyos,

podés hacerme un guiño, papá?

 

Podés escuchar mi llanto que con vos no se esconde?

 

Se ensanchan los muros, se ensanchan los astros

los glaciares y las pampas

y no puedo encontrarte...

 

dónde? dónde, estás?...

 

Caen ya las Murallas de poemas y sintagmas

y no puedo ya con ellas, papá...

 

Si no encuentro asilo en este mundo

que no me pertenece,

si no puedo ya fingirlo más,

Papá, con vos quiero estar,

así: lejos de todo lo humano

que tuerce, que embiste con espadas lacerantes

los corazones y almas, sin piedad.

 

No aprendí a vivir, jamás...

Llevame con vos...

Buscame una barca que

se desplace hacia el firmamento

y por fin llegue ese momento esperado por décadas

de tenerte de nuevo en mis brazos, papá!

 

(Es un ruego a los dioses en que no creo, 

Es mi verdad)...