Miro los rostros,
Observo facciones, sonrisas, mentiras.
Siento el tiempo rozarme el cuerpo.
Las hojas caer de los arboles y renacer con a su paso.
Escucho voces, con distintos timbres y fachadas.
Noto su presencia, la felicidad a mi alrededor.
Presiento la incomodidad y la queja.
Estoy y no estoy.
Regreso y no vuelvo.
Siento y escondo.
Merezco que alguien acompañe mi silencio,
que sienta la brisa, aun con temor y no hable.
Veo pasar los rostros, indiferentes, crueles, desconocidos.
Me acerco con temor y espero.
Espero largos minutos, horas eternas, interminables meses, años sin fin. Y espero y espero y espero.
Y luego me acostumbro.
A la soledad acompañada,
al silencio rodeado de murmullos,
a los pensamientos arrinconados interrumpidos por risas.
Mi normalidad se vuelve oscura, intacta y abrumadora.
Y sufro,
sufro en mi soledad acompañada de mi silencio.
Porque a veces el dar no se multiplica,
el recibir en nulo y con apatía,
la amistad es falsa, manipuladora y escondida.
A veces hay todo y se siente como nada.
A veces hay todo y se siente insignificante.
Pero a veces hay nada y siente como todo.
Solo hay ecos, sombras y vacio. No hay nada. Pero hay algo