Hoy la manta es como la tapa pesada de mi sepulcro. Crucificado por una vida llena de sinsabores. De luchar para querer sentirme alguien. Ansiedad y trastornos desde la más tierna infancia. Abusos y faltas de respeto...
A veces, sentía que rozaba la gloria cuando recitaba al público algún poema. Pero, poco a poco, volvía a creerme alguien que valía menos. Intentaba vestirme y comportarme como lo hacía la masa. Me creía que eso era la felicidad a la que aspiraba. Y, por ello, me disfrazaba y la intentaba conseguir.
He pasado noches llorando a la soledad por un desencuentro amoroso. También por las dagas de los recuerdos de un padre al que se lo llevó el beso de la muerte, tras batallar una guerra que solo se escuchaba en los rincones de mi casa.
Tras aquella amarga despedida, machacado y cansado, seguí trasegando intentando captar la atención del resto. Creía conseguir algo que solo podía dármelo yo. Así fue como, llevado por mis demonios, caí en una depresión ansioso compulsiva.
Avancé en mis estudios, mientras escalaba un desfiladero donde el silencio era una mochila muy pesada. ¿Cuántas veces me he mirado en el espejo buscando encontrar la aprobación de los falsos pensamientos del resto? Imposible era verme bien cuando los espíritus más malvados me consumían. No era consciente de los ángeles que encontraba en el camino y a sus manos tendidas escupía, con la involuntaria ignorancia que me movía. Agradezco a quienes siempre en mí vieron la luz y se atrevieron a vencer la vergüenza de expresar sentimientos de aliento a un ser perdido. Poco a poco, tomé consciencia de mis problemas y de la vida pacífica que merecía, de sentir mi expresar único sin creerme ni menos ni más. Vi como mi ego prendía fuego al bosque fértil de mi alma. Abracé los traumas que este arrastraba y quemó muchísimo. No imagináis cuanto...
Pero al fin estoy en el paraíso. A veces, uso la escritura como lluvia para asegurarme que el bosque conserva la humedad y el frescor; a veces, lloro para volver a mi esencia, a mi verdadero yo. Resucito y quito la manta que me separa del mundo. Ahora voy en paz y con las heridas curadas.