Buscando la belleza de la vida
anduvo aquel asceta su camino;
hollando con sus pies de peregrino
la senda de miseria revestida.
Sufrió de la traición ingrata herida,
sintió del desamor su arpón mezquino;
bebiendo del dolor amargo vino
que deja la ilusión desvanecida.
Mas siempre su esperanza vio vestirse
de blancos y floridos azahares;
con ese resplandor que sabe henchirse
de fuerza y de tesón, que son pilares
que ofrecen esa fe que puede erguirse
en contra de sombríos avatares.
Autor: Aníbal Rodríguez-