¡La quiero tanto! Si, con todo ese aire a plenitud
en que se sufre al amor y nos hace llorar
la dicha.
¡La extraño tanto! Lo sé, sobre todo cuando
los recuerdos vienen de lejos y me persiguen
como a un perro
herido por los picos fúnebres del dolor.
¡Cuántos recuerdos de esos labios han quedado
como clavos de una cruz!
Cuantos lutos llevan estos pasos cargados
de desahucio
cuando van por el desértico camino de tumbas
del adiós.