en el deambular de las horas,
la noche tenue me arropa
con su beso silente.
Se desvanece y difumina
la melancolía del alma
en la estela añil
de nuestra lejanía.
El tiempo eterno
atrapa la soledad
en su aleteo fugaz
y mi voz se pierde,
te llama y te reclama,
danza en notas de neón
sobre un violín alado
con sueños de eternidad.
Y en el piélago azur
deambulan las olas,
el amor y los recuerdos,
los anhelos, las ansías,
¡Los silencios y el olvido!