Nunca oséis, por un minuto,
cuestionar el vil «poder»;
nunca oséis, por un segundo,
ir en contra del gran «rey,
ni la reina, ni el vizconde»,
que en mis versos condené,
porque son la podredumbre
¡Todos tienen que saber!
Y el saber es necesario
siempre, siempre y esta vez.
Muchas veces y por siempre,
nunca debes de temer,
que el temor te va atrapando
una y otra y otra vez;
y la libertad te exige
que del yugo liberéis,
de ese yugo que maldito
siempre vuelve a renacer
en las manos del villano,
que presume su altivez.
Nunca oséis, amigo mío,
cuestionar el vil «poder»:
sea rojo o rosadito,
verde, negro o color beige,
celestito o anaranjado…
¡Qué lo mismo vas a ver!
Te encarcelan y torturan
o te borran de una vez.
El «poder» nunca perdona
que lo mires del revés
que lo pongas por torpezas
entre espada y la pared.
Te lo cuento, te lo digo,
pero no has de fallecer
en tu lucha decidida,
contra el que se cree «rey»
porque cree que es eterno
pero sin poder, nada es.