Puedes moldear un hombrecito de arcilla a tu antojo,
hecho por tus manos, para tus ojos.
Podrás darle vida y, cuando quieras, matarlo;
lo arrojarás al jardín del universo para observarlo.
Pero, una vez salga de tus manos, no podrás controlarlo.
Cuando enferme, no podrás curarlo;
no estarás cuando ría, y cuando llore, no podrás consolarlo.
No estarás cuando caiga para levantarlo; no podrás tocarlo...
No sabrá que existes ni que tú lo has creado.
No sabrá de dónde viene ni adónde van sus pasos.
Forjará su espíritu y su alma,
y el hombrecito de arcilla se hará humano.
—Felicio Flores.