¿Cuánto bueno has aportado
en tu corto devaneo
por la vida que te han dado?
¿Quién eres tú jovenzuelo?
Por tener todo en tu mano
presumes de ser despierto
sin haber aún comenzado
tu aventura en el sendero
que te lleva con los años
al lugar donde me encuentro.
En esta vida teatro,
por mayor, soy el maestro,
me enorgullece el pasado
y me resbala el desprecio;
más por ello
llámame experimentado,
pero no me llames viejo.
Charlemos pues transparentes,
parémonos un momento
cara a cara, mente a mente,
sin la medición del tiempo
que te vuelve un insolente.
Quiero oír tus fundamentos
para seguir la corriente
de aquellos que en pensamiento
presumen de inteligentes
equivocando el respeto
con debilidad latente.
Yo no te juzgo incompleto,
aunque las pruebas te exceden,
sólo camino más lento;
más por ello,
llámame pues mal paciente
pero no me llames viejo.
Con escape decidido
te separas bien resuelto
de los que mucho han vivido
y te disfrazan de inquieto.
Tu juventud hace añicos
a las virtudes de aquellos
que llevan de peregrinos
toda una vida en cortejo
allanándote el camino
para que tú llegues lejos.
Escucha mi buen amigo,
mírame que soy abuelo,
no me lleves al olvido
sino aléjame del miedo;
más por ello,
llámame por mi apellido
pero no me llames viejo.