Carlos Eduardo

¡300!

 

Trescientas mil acres de amor

devastadas 

por seres invisibles;

 

llegó la noche,

 

el sueño,

 

que es el contrario de la vida,

 

pues la muerte es otra cosa;

 

el viento se tornó triste,

 

las aves desentonaban,

 

granizos,

 

ya,

 

nadie nunca ha dejado de llorar.