Cegado por la gloria y los honores
olvidó el rey su humilde condición.
Su corazón se hinchó de la ambición
que recluta en sus filas a señores.
Adoctrinó a los pobres y a doctores
con su elocuencia y sabia erudición,
ocultando a borregos su intención
que se pintaba buena en sus albores.
El disfraz se quitó un día de invierno
y desde entonces, se hizo dios él mismo,
ejerciendo un inmenso y vil gobierno,
superando con creces al nazismo.
En este tiempo todo es un infierno
y se persigue a muerte el cristianismo.
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