No sé de ti
y extraño tus palabras
y tu sonrisa.
Porque una tarde
me diste unas razones
que yo entendí.
Y con dolor
quedé con el silencio
y mi tristeza.
Lloré, amor,
y tú lo sabes bien,
si me conoces.
Pero no importa,
me digo, si en tus labios
brotan sonrisas.
Sigo escribiendo
los versos más amargos
para la nada.
Y mi dolor
se mezcla con la rabia
y la impotencia.
¡Cuánto candor
existe en esta vida
y en sus latidos!
Y yo quisiera
sentir la primavera
para ofrecértela.
Darte mi vida,
mi amor y mis suspiros
sin condiciones.
Pero si debo,
seguir con tu silencio,
pues que así sea.
Rafael Sánchez Ortega ©
18/09/23