La poesía era su escape y, su verbo atrevido.
En ellas volcaba su inmenso caudal, no vivido.
Fue así, cómo la vigilancia parental, evadió.
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¡Un león recluido crece en el dolor y mata!
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Delmira, era la Diosa de la palabra amorosa.
Contundente y clara, para escribir al amado.
A esta chica, hasta el amor, le fue censurado.
Deslindada de su Era, fue una mujer fogosa.
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¡Le fluían las rimas, ya que era, poetisa nata!
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Rubén Darío, la leyó y alabó sus recios versos;
le respondió con alabanzas ante su bella prosa.
Hoy, es apreciada y admirada, por el universo;
por su arte y por sus gracias, como una Diosa.
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¡Aún, sin conocerla, su poesía su primor retrata!
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Elogiada fue por unos y atacada por manumisos.
Así, entre luchas, su vida y su poesía perfeccionó.
Y, aún teniendo amor, su vida jamás fue un paraíso.
Relatan que, al final, su amado esposo, la asesinó.
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¡Nació marcada, por una cruz, la de la muerte en vida,
Ya que, sus ductores, eligieron vivir, por ella, su vida!
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