Ethan Hunt

Declamó el poeta

 

Sintióse enamorado el poeta,

Cuando la necesitaba, su musa siempre aparecía,

Ella le preguntó, insinuante,

Él, embobecido, respondió despacio, con un hilo de voz:

-- Yo te leo y ya tengo un aporte de vitaminas, algo así como un estimulante, tal vez, como el café -le contestó, y siguió- una dosis de felicidad encapsulada, por tu vida...

Ella, se conmovió, respiró profundo y, le dijo pícaramente:

-- ¡Aush! Con sinceridad ante todo, no puedo ser de otra manera.

Y entonces, le hizo está declaración:

-- Primero, provocaste una interrogante, encantadora curiosidad, esa que pica, -dijo con una sonrisa-, y decidí, poeta, rascar mi comezón, quise explorar tus aristas más variadas...

Ella hizo una pausa, respiró profundo nuevamente y continuó:

-- Tus excesos y excesos, y así poeta, desnudé mis dudas.

Ahora hizo una pausa más larga,

Inclinó la mirada insinuante y prosiguió:

-- También saqué a flor de piel mis excesos...

Río, tosió, tomo agua y, le siguió la exposición al poeta:

-- Como el buen vino añejo, en su botella ámbar, todas tus lecturas, tus vivencias, tus relatos, desvelos de mis noches poeta, me los \"bebía\" todos, y a ti también.

Hizo una nueva pausa, ambos, ella y el poeta, estaban sonrojados,

Ella, inspirada, continuó:

-- Fue bello poeta, muy bello, pero... ya fue, ya no es poeta.

El poeta solo la miraba enmudecido, 

Ella, reaccionó:

-- Aunque, tal vez, pero no, ya no es, ya fue...

Esperó ella el cambio del poeta y continuó:

-- Pero si, provocas aún el deseo de seguir leyendo hermosos poemas.

Escudriñó la reacción del poeta y prosiguió:

-- Entre un mar de olas que provocan miedos...

Ella entonces, con una voz limpia y una sonrisa amplia:

-- Poeta, yo sigo siendo un manantial fresco... de un torrente libre, a pesar de sentirse preso...

Respiró profundo y concluyó su confesión liberadora:

-- Poeta, me hiciste ser yo, te confieso, liberaste mis miedos... Eres, mi buen libro, mis buenos días, mi espíritu viajero.

Se detuvo para mirar al poeta y, continuó:

-- Te quedaste con mis iras, mis demonios y mis miedos y, aunque exasperan tus desbocados momentos, a veces quiero esos mortales recuerdos que me niego a prescindir...

Silencios, miradas, sentimientos, muy largos, casi eternos,

Ella le expresó, casi en un susurro:

-- Poeta, se me humedecen mis mejillas.

Entonces, casi imperceptible, le declamó el poeta:

-- A mi se me apaga el alma.

 

JREA:. Gibara, 20 de septiembre de 2023