Sintióse enamorado el poeta,
Cuando la necesitaba, su musa siempre aparecía,
Ella le preguntó, insinuante,
Él, embobecido, respondió despacio, con un hilo de voz:
-- Yo te leo y ya tengo un aporte de vitaminas, algo así como un estimulante, tal vez, como el café -le contestó, y siguió- una dosis de felicidad encapsulada, por tu vida...
Ella, se conmovió, respiró profundo y, le dijo pícaramente:
-- ¡Aush! Con sinceridad ante todo, no puedo ser de otra manera.
Y entonces, le hizo está declaración:
-- Primero, provocaste una interrogante, encantadora curiosidad, esa que pica, -dijo con una sonrisa-, y decidí, poeta, rascar mi comezón, quise explorar tus aristas más variadas...
Ella hizo una pausa, respiró profundo nuevamente y continuó:
-- Tus excesos y excesos, y así poeta, desnudé mis dudas.
Ahora hizo una pausa más larga,
Inclinó la mirada insinuante y prosiguió:
-- También saqué a flor de piel mis excesos...
Río, tosió, tomo agua y, le siguió la exposición al poeta:
-- Como el buen vino añejo, en su botella ámbar, todas tus lecturas, tus vivencias, tus relatos, desvelos de mis noches poeta, me los \"bebía\" todos, y a ti también.
Hizo una nueva pausa, ambos, ella y el poeta, estaban sonrojados,
Ella, inspirada, continuó:
-- Fue bello poeta, muy bello, pero... ya fue, ya no es poeta.
El poeta solo la miraba enmudecido,
Ella, reaccionó:
-- Aunque, tal vez, pero no, ya no es, ya fue...
Esperó ella el cambio del poeta y continuó:
-- Pero si, provocas aún el deseo de seguir leyendo hermosos poemas.
Escudriñó la reacción del poeta y prosiguió:
-- Entre un mar de olas que provocan miedos...
Ella entonces, con una voz limpia y una sonrisa amplia:
-- Poeta, yo sigo siendo un manantial fresco... de un torrente libre, a pesar de sentirse preso...
Respiró profundo y concluyó su confesión liberadora:
-- Poeta, me hiciste ser yo, te confieso, liberaste mis miedos... Eres, mi buen libro, mis buenos días, mi espíritu viajero.
Se detuvo para mirar al poeta y, continuó:
-- Te quedaste con mis iras, mis demonios y mis miedos y, aunque exasperan tus desbocados momentos, a veces quiero esos mortales recuerdos que me niego a prescindir...
Silencios, miradas, sentimientos, muy largos, casi eternos,
Ella le expresó, casi en un susurro:
-- Poeta, se me humedecen mis mejillas.
Entonces, casi imperceptible, le declamó el poeta:
-- A mi se me apaga el alma.
JREA:. Gibara, 20 de septiembre de 2023