Gargantúa de dioses,
divisa de mancebos,
la flor roja se termina
y comienza a germinar
esa dolencia de tiempos,
que era obvia
pero que esquivábamos.
Conllevo fisuras y experiencias
aún no entendidas ni terminadas,
extiendo esas palmas
tan blancas y encantadoras,
presentando ese corazón incauto y divino.
Se llama cuidador de mundos,
se autoproclama rey de vicisitudes,
ese torpe y tierno pimpollo
que deviene en un cantar malévolo
y tan conciso...
Abriendo los portones magnánimos
de esa ciudad motora y frágil,
invito a suaves piernas a caminar
mis veredas de cristal.
Y a poetisas firmes y diurnas
visitar estas paredes de noches golosas,
prometiendo un dormir blanquecino y consolador
mientras la dual gata caze mariposas nocturnas...