Hay fábricas bajo mis párpados
y lentitud de pájaros en los sueños
que postergo. Palabras que surgen
sin compromiso, y rotundidad
de alas sin premio. Hay movimientos
de tierra sobre carreteras derrumbadas,
y un cenicero, donde un ave se desangra.
Bandadas migratorias llenas de humedad,
brasas sometidas al yugo de la intemperie,
la piel de un cigarro dormido en mis labios,
las comisuras llenas de cortes y secretos.
Un cuerpo que descansa entre mis brazos
y un olor a lluvia entre sus dedos cansados.
Un paraíso sometido a vigilia, a vísperas
de un luto siempre aplazado, unas cadenas
que buscan su desembocadura.
Llevo el olor de la tierra mojada,
el picor de los iris adormecidos, la conversación
de madrugada llena de orificios secretos.
Tantas ciudades y mis manos llenas de corazones.
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