Hagamos sonar las campanas
mientras las campanas puedan sonar,
la vida nos da la ocasión,
siempre nos ofrece las ocasiones.
Hagamos llegar nuestra voz
a la oscuridad de las madrigueras
hasta silenciar los sonidos
que no acompasan los bailes pendientes.
Hagamos remos de alta mar
para alcanzar confines olvidados
mientras exista el entusiasmo
de cruzar horizontes y vencer.
Hagamos tambores de guerra
aún vencidos y en la tierra abatidos
para que el corazón redoble
y resuene tras la muerte anunciada.
Hagamos flores de papel
con perfume de ilusión caducada
y pintémoslas de color
para un ramo de flores de verdad.
Hagamos pasos definidos
para los caminos no caminados
y seamos los peregrinos
por los senderos de montes desiertos.
Hagamos risas de los llantos,
mañanas de rosales florecidos,
desdichas, lutos y quebrantos,
con contentos de tormentas de angustias.
Hagamos nubes con las llamas
de rescoldos de verdes resplandores
para abrir los cielos plomizos
volando estrellas, mundos y universos.
Hagamos lo que hemos dejado
de hacer en los recónditos olvidos
acompañando voluntades
con arrojos, firmeza y corpulencia.
Hagamos aire de las aguas
nebulosas de los pantanos grises
y volemos como libélulas
libres y besantes de libertad.
Hagamos puños apretados
sobre la carne de los sueños bellos,
caballo de crines al viento
con vigor de ímpetu sobresaltado.
Hagamos almohadas con manos
acolchadas de espuma sonrosada
para dormir las pesadillas
como romances de eterna distancia.
Hagamos lo que abandonamos
en las veras de todos los caminos
y cubramos con seda blanca
la sangre que lloran nuestras heridas.