Tus labios entreabiertos,
cerezas silvestres,
se descuelgan entre hojas verdes.
Mañana,
como pan de las aves,
tus besos
se enlazan entre la hojarasca.
El sol, como el silencio,
deshidrata las cerezas.
A veces,
encuentras el amor,
revoleteando en el follaje
de hojas tardías.
El dolor emerge,
como un eco profundo
de la realidad.
¿Amar hasta que duela?
Incluso en la belleza
dejas
un rincón para el dolor.
Pareciera que el dolor
navega
buscando una respuesta,
desde tus pies sobre rocas
y una herida abierta.
A veces,
es un desafío natural
nadar como salmones
contra la corriente de un rio,
logras subir la cascada
cuando el amor te guía,
el dolor queda en el océano.
Tu corazón
goza de la libertad
de una mariposa,
frente a una flor.
El dolor,
parece contener
el aroma profundo
y quizás,
lo fugaz de un aleteo.