José Luis Barrientos León

Una tarde junto a Darío

 

El atardecer aún no delinea la noche

mientras mis ojos se posan

en los límites tenues del cielo

buscando el calor humano

como promesa de continuar junto a tu corazón

incubando en tu sangre la alegría que ignoras

 

El aroma de las flores renueva la vida

bajo las sombras que caen

abriendo las entrañas

de lo que era un corazón inaccesible

condenado al vacío y la ausencia

hasta que la desnudez pura de mi hijo

se posó sobre mis rodillas

 

Anhelo a mi alma tan grácil como la de mi niño

tan ligera como el ala de la mariposa

para volar a su lado y guiarle con mis versos.

 

Ansió su paz para convertirme en libélula

y jugar sobre el agua, juntos, sin importar la niebla.

Pretendo su libertad para sentir el aire

como su respiración que me renueva

como las silenciosas hierbas sobre la llanura

 

Quisiera que mi alma fuera tu poesía

tus versos de amor abrazando el infinito

como la barca dócil abandonada bajo el sol 

para llevarte al confín

donde se besa el mar con el firmamento

con la pureza del ser que ignora el sufrimiento

 

En este atardecer que cae,

con tu mejilla en mi pecho

la dulzura de tu mirada es la sutil oferta

de la noche que reaparecerá apacible

como la espuma en una costa oscura

donde se escucha el latir de mi corazón

junto tu balbucear de anhelos

como sonidos de caracolas.